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domingo, 17 de noviembre de 2013

La leyenda del Salto de la Bella Donna.

Foto: La leyenda  del Salto de la Bella Donna.


Sucedió en Mallorca, en tiempos medievales, que una hermosa joven de nombre Arcenda fue prometida al adinerado conde Argot de Bellvesí, a la sazón varios años mayor que ella. Arcenda no tomó con alegría esta decisión familiar. Mantenía un romance secreto con el joven Lluc Torrella, quien no poseía la fortuna del conde Argot y por lo tanto no contaría con la aprobación familiar. El día de la boda se aproximaba y Arcenda sentía la angustia crecer dentro de sí. Fue entonces que el joven Lluc concibió un plan.


El día de la boda, cuando los novios estaban delante del altar, Lluc hizo su aparición en la iglesia montado a caballo. Prestamente, Arcenda, ante los atónitos ojos de todos, subió al caballo y la pareja se alejó al galope, antes de que alguien pudiera reaccionar. No obstante, pasada la sorpresa, el conde Argot juró venganza y prometió que no descansaría hasta dar con la amada infiel y su raptor. Pronto el propio conde y un grupo de soldados dieron comienzo a la cacería. En primer término se dirigieron al hogar de Lluc, al que destruyeron y prendieron fuego, pero no pudieron encontrar en él indicio alguno de adónde se había dirigido la pareja.

En tanto, Lluc y Arcenda había encontrado refugio y escondite en una caverna cercana a unos acantilados en la escarpada costa de Mallorca. La caverna estaba bien oculta y los amantes planeaban acopiar allí gran cantidad de víveres para sobrevivir los fríos meses de invierno y esperar a que el escándalo se calmase. Pasaron así unas cuantas semanas. No obstante, el celo vengativo del conde Argot no cejaba.

Desgraciadamente para Lluc y Arcenda, finalmente sus perseguidores, habiendo buscado en casi toda la isla con la ayuda de perros de caza, rodearon la caverna y se dispusieron a tomar prisionera a la pareja. Lluc intentó defenderse, pero sus enemigos eran muchos y por orden del conde Argot le dieron muerte allí mismo. Arcenda, desconsolada, escapó a la carrera de la caverna en la confusión y antes de que los soldados pudieran reaccionar, se arrojó al mar de uno de los acantilados cercanos a la cueva. Gran desazón invadió al grupo de hombres y al conde Argot, quien veía así cómo sus ansias de revancha habían precipitado una tragedia. Tras constatar que nada quedaba del frágil cuerpo de Arcenda, el grupo regresó a la caverna para ocuparse del cadáver del Lluc. Fue entonces que la tristeza general se trocó en sorpresa y enigma.

Dentro de la caverna, los cuerpos de Lluc y Arcenda, abrazados, descansaban en el camastro en el que habían solido dormir, él sin huellas de heridas y ella absolutamente ilesa, sin rastros de la terrible caída que instantes antes la había arrojado en brazos de la muerte. Sorprendidos y asustados, los soldados fueron en busca de un sacerdote, quien declaró que el milagro era obra de la voluntad divina y que los cuerpos de los jóvenes debían ser enterrados juntos en el camposanto. Del conde Argot nada más se supo, pero la leyenda habla de que o bien se ahorcó o bien abandonó Mallorca para siempre.

Las tumbas de los jóvenes se han perdido, pero la leyenda está fresca en la memoria de los mallorquines, cuyas jóvenes casaderas se acercan al salto de la bella donna (la bella mujer), el lugar en donde se supone que la hermosa Arcenda se arrojó a la muerte, para rogar a su espíritu buena fortuna en el amor.Sucedió en Mallorca, en tiempos medievales, que una hermosa joven de nombre Arcenda fue prometida al adinerado conde Argot de Bellvesí, a la sazón varios años mayor que ella. Arcenda no tomó con alegría esta decisión familiar. Mantenía un romance secreto con el joven Lluc Torrella, quien no poseía la fortuna del conde Argot y por lo tanto no contaría con la aprobación familiar. El día de la boda se aproximaba y Arcenda sentía la angustia crecer dentro de sí. Fue entonces que el joven Lluc concibió un plan.
El día de la boda, cuando los novios estaban delante del altar, Lluc hizo su aparición en la iglesia montado a caballo. Prestamente, Arcenda, ante los atónitos ojos de todos, subió al caballo y la pareja se alejó al galope, antes de que alguien pudiera reaccionar. No obstante, pasada la sorpresa, el conde Argot juró venganza y prometió que no descansaría hasta dar con la amada infiel y su raptor. Pronto el propio conde y un grupo de soldados dieron comienzo a la cacería. En primer término se dirigieron al hogar de Lluc, al que destruyeron y prendieron fuego, pero no pudieron encontrar en él indicio alguno de adónde se había dirigido la pareja.

En tanto, Lluc y Arcenda había encontrado refugio y escondite en una caverna cercana a unos acantilados en la escarpada costa de Mallorca. La caverna estaba bien oculta y los amantes planeaban acopiar allí gran cantidad de víveres para sobrevivir los fríos meses de invierno y esperar a que el escándalo se calmase. Pasaron así unas cuantas semanas. No obstante, el celo vengativo del conde Argot no cejaba.

Desgraciadamente para Lluc y Arcenda, finalmente sus perseguidores, habiendo buscado en casi toda la isla con la ayuda de perros de caza, rodearon la caverna y se dispusieron a tomar prisionera a la pareja. Lluc intentó defenderse, pero sus enemigos eran muchos y por orden del conde Argot le dieron muerte allí mismo. Arcenda, desconsolada, escapó a la carrera de la caverna en la confusión y antes de que los soldados pudieran reaccionar, se arrojó al mar de uno de los acantilados cercanos a la cueva. Gran desazón invadió al grupo de hombres y al conde Argot, quien veía así cómo sus ansias de revancha habían precipitado una tragedia. Tras constatar que nada quedaba del frágil cuerpo de Arcenda, el grupo regresó a la caverna para ocuparse del cadáver del Lluc. Fue entonces que la tristeza general se trocó en sorpresa y enigma.

Dentro de la caverna, los cuerpos de Lluc y Arcenda, abrazados, descansaban en el camastro en el que habían solido dormir, él sin huellas de heridas y ella absolutamente ilesa, sin rastros de la terrible caída que instantes antes la había arrojado en brazos de la muerte. Sorprendidos y asustados, los soldados fueron en busca de un sacerdote, quien declaró que el milagro era obra de la voluntad divina y que los cuerpos de los jóvenes debían ser enterrados juntos en el camposanto. Del conde Argot nada más se supo, pero la leyenda habla de que o bien se ahorcó o bien abandonó Mallorca para siempre.

Las tumbas de los jóvenes se han perdido, pero la leyenda está fresca en la memoria de los mallorquines, cuyas jóvenes casaderas se acercan al salto de la bella donna (la bella mujer), el lugar en donde se supone que la hermosa Arcenda se arrojó a la muerte, para rogar a su espíritu buena fortuna en el amor.

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