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martes, 24 de septiembre de 2013

Un antiguo príncipe etrusco emerge de su tumba

El esqueleto de un príncipe etrusco, posiblemente relacionado con Tarquinio Prisco, el legendario quinto rey de Roma que gobernó desde el 616 hasta el 579 antes de Cristo, se ha sacado a la luz en un hallazgo extraordinario que promete revelar nuevos conocimientos sobre una de las culturas más fascinantes del mundo antiguo.
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En Tarquinia, una ciudad situada sobre una colina a unos 50 kilómetros al noroeste de Roma famosa por sus tesoros artísticos etruscos, ha sido hallada una tumba intacta de 2.600 años de antigüedad con una amplia gama de objetos funerarios preciosos en su interior.
“Es un descubrimiento único, ya que es extremadamente raro encontrar una tumba etrusca intacta de un individuo de la clase alta. Esto abre enormes oportunidades de estudio sobre los etruscos”, ha señalado Alessandro Mandolesi, de la Universidad de Turín. Mandolesi dirige la excavación en colaboración con la Superintendencia de Patrimonio Arqueológico del sur de Etruria.
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Un pueblo amante de la diversión y ecléctico, que —entre otras cosas— enseñaron a los franceses a elaborar el vino, a los romanos cómo construir caminos, e introdujeron el arte de la escritura en Europa. Los etruscos comenzaron a florecer alrededor del año 900 a.C., y dominaron gran parte de Italia durante cinco siglos.
Conocidos por su arte, la agricultura, la fina metalurgia y el comercio, los etruscos comenzaron a declinar en el siglo V a.C. cuando los romanos acrecentaron su poder. Entre el 300 y el 100 a.C., fueron absorbidos paulatinamente por los romanos.
Dado que su desconcertante lengua no indoeuropea prácticamente se extinguió (no dejaron literatura para documentar su sociedad), los etruscos han sido considerados durante mucho tiempo uno de los grandes enigmas de la antigüedad.
De hecho, gran parte de lo que sabemos acerca de ellos proviene de sus necrópolis. Sólo las tumbas ricamente decoradas que dejaron atrás han proporcionado pistas para reconstruir totalmente su historia.
Bloqueada por una losa de piedra perfectamente sellada, la tumba excavada en la roca en Tarquinia parecía prometedora, incluso antes de abrirla. Varios objetos, entre ellos vasijas, jarrones e incluso un rallador, se encontraron en el suelo frente a la puerta de piedra, lo que indica que en el lugar se había llevado a cabo un ritual funerario de una persona importante.
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En cuanto se retiró la pesada losa de piedra, Mandolesi y su equipo se quedaron sin aliento. En la pequeña cámara abovedada el esqueleto completo de un individuo se encontraba descansando en un lecho de piedra a la izquierda. Una lanza yacía a lo largo del cuerpo, mientras que las fíbulas o broches que había en su pecho indicaban que el individuo, un hombre, probablemente iba vestido con un manto.
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A sus pies había una gran fuente de bronce y un plato con restos de comida, mientras que el lecho de piedra que hay a la derecha podría haber albergado los restos incinerados de otro individuo.
En la parte superior del muro, decorado con una franja roja, destacaba un pequeño jarrón colgando de uno de los varios clavos de la pared y que pudo haber contenido un poco de ungüento. Una serie de objetos funerarios, que incluía grandes jarrones corintios y preciosos adornos, yacía en el suelo.
“Ese pequeño jarrón ha estado colgado en la pared durante 2.600 años. Es increíble”, señala Lorenzo Benini, director general de la empresa Kostelia.
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Junto con Pietro Del Grosso, de la empresa Tecnozenith, Benini es el inversor privado que ha contribuido principalmente a la excavación.

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